Difícil
encontrar otro motivo arquitectónico tan abundante en nuestro monasterio y en
nuestro pueblo y, sin embargo, aparentemente tan escaso de referencias y de
simbolismos específicos.
Tan solo
Catherine Wilkinson Zeneer les dedica una página, la 159, en su obra Juan de Herrera, Arquitecto de Felipe II, recordándonos
que ya aparecen en el puente de Segovia como elemento decorativo herreriano,
datando de 1588, aunque la idea original había sido de Juan Bautista de Toledo.
Las bolas son casi el único motivo ornamental que delimita la Lonja y podrían
ser una marca del estilo real.
Eran
baratas, fáciles de construcción y adaptables a los diversos ambientes, de manera
que se fueron colocando en distintos emplazamientos, tanto en arquitectura religiosa
como civil, como en el caso del Ayuntamiento de Toledo o la Lonja de Sevilla. Eran
también una manera de simbolizar un estilo común que definiese un determinado
marco urbano.
Pero no
era la primera vez que se utilizaban como decoración, pues ya figuraban en el
tratado de Serlio y habían formado parte de los repertorios del románico,
gótico y, particularmente, del gótico isabelino o puramente español.
Las
bolas de piedra berroqueña, distribuidas indistintamente por marquesinas,
parapetos, escaleras y toda suerte de emplazamientos imprevisibles, son
inseparables del paisaje arquitectónico escurialense.
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