miércoles, 17 de enero de 2007

El Jardín de los Frailes


Es un espléndido mirador a mediodía sobre la meseta, refugio soleado para las tardes invernales, en el que crecen por igual especies tan climatológicamente distantes como el boj y los rosales. Decía Ortega que “no había mejor sitio para meditar sobre el paisaje y sobre Castilla que este jardín de los Frailes”. Para salvar el desnivel del terreno se levantó una terraza o talud, sobre la huerta o jardín del Bosquecillo, desnivel que contribuyó inevitablemente a que pronto fuera comparado con los jardines colgantes de Babilonia, los huertos pensiles que configuraban una de las siete maravillas de la antigüedad. 

Con sus parterres plenos de exquisitas y variadas especies, se planteó como una transición entre el edificio y la huerta, siendo considerado como pionero en España si lo conceptuamos como elemento ornamental contiguo al monasterio. No era jardín placentero, sensual y de recreo áulico, sino un elemento más dentro de un conjunto inseparable.

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