jueves, 9 de febrero de 2017

El botamen para la botica del monasterio




Sabemos que en el Monasterio de San Lorenzo el Real, se puso en marcha una botica para suministrar medicamentos destinados al hospital, al rey y su familia, a los monjes y a la corte. Dicha botica se situó en edificio independiente pero anexo al convento y próximo al hospital, en el ángulo suroeste, por debajo de la torre precisamente llamada de la Botica. Con esta independencia se alejaban los inevitables olores y ruidos que podían ser molestos para los monjes y los enfermos. La botica jerónima escurialense fue fundada por Felipe II en 1564 y desapareció con la desamortización en 1837, 
En la botica escurialense se alcanzó un nivel de conocimientos científicos muy elevado, tanto por el empeño personal del mismo Felipe II, como por la asignación a ella de los mejores asesores para la instalación y funcionamiento de la “Torre filosofal”. Además en ella se cuidaba la selección de plantas de los jardines botánicos de las que se extraían aceites y ungüentos para fines medicinales.
Todos los componentes salidos de los alambiques de destilación se almacenaban en un singular botamen compuesto de albarelos o botes de cerámica, decorados con los motivos del monasterio, así como en cajas de madera donde se guardaban las muestras, llamadas simples.
Aparte del velado interés de Felipe II por los procedimientos alquímicos como posible vía de solución a sus problemas económicos, manteniéndolos fuera del alcance de la Inquisición, de lo que no cabe duda es del manifiesto apego del monarca por la botánica y jardinería. Como fuente de obtención de las necesarias plantas medicinales, creo los jardines de Aranjuez, siguiendo los consejos del célebre médico humanista Andrés Laguna (1499-1559).
Y todo este material farmacéutico había que guardarlo de forma que no se corrompieran perdiendo sus características esenciales, tanto de las muestras simples como de los productos elaborados ya en los alambiques destiladores. La importancia que tenía la conservación posterior de todos los preparados ya la señaló Dioscórides, médico griego del siglo I dC, en el prefacio de su célebre tratado Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, que fue traducido y ampliado por el mencionado Andrés Laguna:

Guárdanse las flores y las cosas de buen olor en unos cajoncitos hechos de la madera de un árbol llamado teja, bien secos. Algunas veces se suelen envolver en papeles o en hojas para que se conserven las simientes mejor. A la conservación de las líquidas medicinas, materia más espesa conviene, como es la de la plata, la del vidrio y también la del cuerno. Guárdense asimismo en vasos de tierra cocida, con tal que no sean porosos. En los de madera suelen ser al propósito los que se hacen de boj. Para los remedios líquidos, aptos al mal de ojos, y para todos los otros que de vinagre, pez líquida y lágrima de cedro se hacen, los vasos de cobre son convenientes, así como los de estaño para conservar la grasa y los tuétanos.  

De las ya citadas cajas para guardar muestras, aun quedan algunos ejemplares originales en los que se aprecia que se cumplieron las condiciones del contrato para su fabricación:

En la frente de cada caja ha de ir dorada de dicho oro fino, bruñido, y en ella ha de ir una tarjeta con un grutesco… y encima del oro ha de llevar unas parrillas de San Lorenzo y, para diferenciar algunas tarjetas, se pintará un león.

Por otra parte el botamen cerámico de la botica del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial fue enteramente fabricado en Talavera de la Reina (Toledo). Probablemente los antecedentes sean romanos de la época de Augusto ("sigillata marmorata"), inspirados en los vasos de piedra dura italianos, en el gres renano de principios de siglo y en los jaspeados del centro de Europa como, por ejemplo, en algunas series jaspeadas en azul y manganeso hechas en Amberes.
Sabemos, también, que algunos artesanos flamencos vinieron a trabajar a España a partir del segundo cuarto del siglo XVI, y que desde 1550 comenzaron a aparecer en los documentos los términos "jaspeado" y "salpicado".
Los botes de botica adoptan distintas formas y nombres: se conocen como albarelos en España e Italia, aunque aquí se les suele llamar más comúnmente botes de farmacia. En tiempos de la fundación del monasterio eran casi los únicos medios de almacenamiento de sólidos o viscosos, siendo cilíndricos y con boca ancha, que permitiera introducir la mano y con la parte central algo más estrecha para facilitar su manejo.
También había cántaros de cuerpo grande, cuello alto y recto y con una o dos asas, que servían para contener aguas destiladas, jarabes o aceites.
Los jarrones tenían un acusado vientre, con dos asas y generalmente con tapa. En ellos se almacenaban los medicamentos de más valor como, por ejemplo, la triaca, compuesto farmacéutico para múltiples indicaciones, entre otras como antídoto contra venenos.
Las orzas eran vasijas panzudas, normalmente sin asas y con boca ancha y cuello corto, donde se colocaban las féculas, los polvos y las semillas.


Orza encargada al alfarero Juan Fernández en 1570

El idioma empleado en la inscripción que figuraba en el cuerpo del bote era el latín, con el nombre del contenido en abreviatura y con letras contraídas o superpuestas.
En la fábrica de Talavera, durante el siglo XVI, surgió un nuevo estilo de decoración, la llamada serie de bos floris, técnica introducida en España por Juan Floris, criado y maestro de azulejos nombrado por el rey Felipe II, que encargó un modelo especial para la botica del Monasterio de El Escorial, con el escudo con la parrilla de San Lorenzo y el león rampante de los Jerónimos en tonos ocres y amarillos. El escudo llevaba una corona, pero sin orla a su alrededor.
Después apareció la serie esponjada, llamada así porque el color solía aplicarse con una esponja o paño consiguiendo un punteado irregular, en tono azul cobalto sobre baño blanco, salpicado con manchas amarillas. Solían llevar cartela blanca y escudo. 
De la misma época de fabricación son los alicatados del palacio del rey, de la celda prioral, del refectorio de los monjes y de la misma botica.


                                           Cerámica en el refectorio

  

Myro Empeliciti, o Myrobalani empelliciti, aceite del árbol del rábano o moringa de la india, utilizado para tratar la insuficiencia cardiaca. En la actualidad tiene múltiples aplicaciones medicinales.


  

Cántaro para AQchichoreae, agua destilada de flores y hojas de la achicoria, utilizado como calmante y purgante.


BIBLIOGRAFÍA:
Dioscorides, Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Traducido por Andrés Laguna, Salamanca, 1566.
Simposium La Ciencia en el Monasterio del Escorial, Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas, 1992.
Fotografías y descripciones del Museo Arqueológico Nacional.


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