sábado, 30 de abril de 2016

Sexo en la corte de Felipe II


El historiador Geoffrey Parker en su libro Felipe II, una biografía definitiva, publicada por Planeta en el 2010, nos ha engañado, pues tal biografía no era la definitiva, dado que tan solo cinco años después, en el 2015, se ha publicado otra nueva, bajo el subtítulo de la biografía esencial de Felipe II.
Este desliz se lo perdonamos al excelente historiador, ateniéndonos a los valiosos estudios y a la abundante documentación manejada en ambos libros y que, indudablemente, nos aproximan un poco más a la personalidad de nuestro rey.
Dicho lo que antecede, de su lectura hemos rescatado una anécdota  que nos revela una nueva faceta de Felipe II y, sobre todo, de la relación epistolar que su padre, Carlos V, sostuvo con él, en forma de Instrucciones para el buen gobierno y para la observancia de una correcta vida pública, personal y hasta íntima.
En víspera del casamiento de su hijo, todavía príncipe, con María Manuela de Portugal, el emperador le recordaba que la relación sexual para un joven suele ser dañosa, asi que como para crecer el cuerpo como para darle fuerzas, muchas veces pone tanta flaqueza que estorba para hacer hijos y quita la vida, como lo hizo con el príncipe don Juan. El suceso del fallecimiento de don Juan, príncipe heredero de los Reyas Católicos, supuestamente había sido causado por una inmoderada actividad sexual con su joven esposa, no se había apartado de la mente de Carlos V. 
Y llegaba hasta instarle a que con María mantuviera una cierta contención: Os ruego que una vez que hayais consumado el matrimonio, con cualquier achaque os aparteis de la princesa y que no volvais tan a menudo a verla.


                                                     María Manuela de Portugal

María Manuela de Portugal (1527-1545) fue la primera esposa de Felipe II y el matrimonio solo duró dos años, pues falleció tras el nacimiento del que luego sería el problemático príncipe don Carlos. Era de la misma edad que el príncipe y cuando falleció con 18 años no era reina todavía, por lo que está enterrada en el panteón de Infantes del Monasterio de El Escorial.
La princesa se trasladó desde Lisboa a Salamanca donde se iba a celebrar la boda y donde se había preparado un fastuoso recibimiento. Los detalles de la boda se hallan recogidos en un manuscrito de la Biblioteca Nacional. Aquí solo transcribimos algunos párrafos extraídos de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
 
El príncipe Felipe acompaña a la princesa María Manuela hasta Salamanca sin ser visto, y entra en la ciudad sin recibimiento por petición suya.
El joven novio, Felipe, siente curiosidad por saber cómo es su novia, y así pide que le envíen unos retratos. El cronista del manuscrito, nos da cuenta de cómo viene un correo con un retrato para el Emperador Carlos V, que también quiere conocer a la prometida de su hijo:
     «[...] Fue a dormir a Aldeanueva del Camino y acaso esa noche a hora de las doce llegó un hidalgo portugués por la posta el cual traía el retrato de la princesa mejor sacado que dos otros que habían enviado al príncipe, nuestro señor, porque se había de enviar a su majestad porque lo había enviado él a pedir desde Flandes...».
     Pero no contento con esto y con las descripciones que le manda el embajador, don Luis Sarmiento por carta, don Felipe sale a escondidas con su cortejo a ver a la princesa. Según Manuel Fernández Álvarez, no sólo es curiosidad lo que mueve a nuestro príncipe a ir a ver a la princesa por el camino, sino que es también cuestión de protocolo, por eso se hace acompañar para tener testigos de qué tiene interés por su futura esposa.
     Así vemos a don Felipe, a través de nuestro cronista escondiéndose para ver a la princesa María Manuela sin ser visto:
     «[...] Llegó (la princesa) a un lugar del duque de Alba una legua de Aldeanueva del Campo donde ya el príncipe, nuestro señor, estaba muy disimulado y metido en una casa acompañado del duque de Alba y del marqués de Villena y conde de Benavente y del almirante de Castilla y del príncipe de Asculí y de don Álvaro de Córdoba, su caballerizo mayor y de don Antonio de Rojas su camarero y de don Manrique de Silva, de don Pedro de Córdoba, de don Juan de Luna, del correo mayor, de Ortega, mozo de cámara, don Alonso Enríquez, don Antonio de Toledo, conde de Alba. Los cuales iban muy embozados con cada sendos pajes solamente».
     En Aldeanueva, don Felipe se esconde en un mesón que estaba en la calle por donde iba a pasar la princesa, y al punto de hacerlo doña María Manuela, don Antonio de Rojas levantó las mantas, detrás de las que se ocultaba el príncipe, y quedó a la vista de todos para gran alegría de las damas portuguesas. Aquí es donde se ve que él iba a cortejar también a la novia y no sólo a observarla a escondidas.

Así sabemos que el primer encuentro de Felipe II con la sexualidad fue problemático pues a las admoniciones de su padre, siguió la ansiedad por conocer a su joven princesa portuguesa para casarse con ella, y después disfrutar de un matrimonio efímero y con final trágico. 

Bibliografía:
    
Geoffrey Parker, Felipe II, la biografía definitiva, pga 66. 
Recibimiento que se hiço en Salamanca a la princesa doña Mª de Portugal, viniendo a casarse con el príncipe don Felipe II, Biblioteca Nacional de Madrid (ms. 4013).
Carlos V, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes


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