Monasterio de San Lorenzo de El Escorial: Sombras y rosas en el Monasterio de El Escorial

domingo, 16 de agosto de 2015

Sombras y rosas en el Monasterio de El Escorial

El presuntamente frío entorno escurialense guarda unos encantos menos conocidos, pero sugerentes y entrañables.

Las rosas que inundan el jardín de los Frailes en la temprana primavera nos regalan con sus colores y aromas y nos pasan el mensaje de su temporalidad; las sombras proyectadas por la geometría del monasterio se repiten cada día y nos hablan de lo imperecedero.
Aquí tenéis este vídeo para comprobarlo.

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Acercarnos al monasterio.

Mi intención es mostraros desde estas páginas el monasterio que yo veo y el que intuyo que pretendieron levantar sus promotores en los finales del apasionante siglo XVI.

Probablemente, ambos monasterios poco tienen que ver, en la mayoría de los casos, con el que percibe el apresurado turista que lo visita en no más de tres horas.

Acogiéndonos a una rigurosa lectura e interpretación y dejando de lado todo aquello que suene a especulación fantasiosa, obtendremos una visión más cercana y más real.

En este blog iremos caminando en este sentido, siempre contando con vuestras colaboraciones

Paul Guinard, en 1933.

Paul Guinard, en 1933, en su obra “El Escorial visto por los escritores franceses”, escribe este acertado párrafo:

Queda ciertamente mucho que decir sobre El Escorial, y mucho que enseñar a los visitantes franceses y no franceses... Pero se destacan ya con claridad los temas esenciales: rehumanización de El Escorial; descubrimiento de su grandeza espiritual; de su perfección estética: El Escorial romántico bien muerto está ya y también El Escorial fúnebre y arbitrario, no sin grandeza, que inspiró algunos hermosos arranques literarios. No lo sintamos, no solamente porque la vida es preferible a la muerte, sino porque la verdad es preferible a la literatura. Y tanto mejor si El Escorial se nos aparece, no como una esfinge de granito, sino como un rostro humano que se anima y cambia según las estaciones y las horas; no como un sepulcro o una prisión, sino como la proyección terrestre de los castillos del alma, como la imagen gloriosa de la paz y de la fuerza.