Fijémonos en el cuadro que ocupa el centro del retablo Mayor, que representa la primera y principal advocación del monasterio: El martirio de San Lorenzo. Aquí, como no podía ser de otra forma, se cuidó especialmente la elección del artista y la calidad del lienzo. Hoy contemplamos en este emplazamiento una de las obras maestras que Peregrino Tibaldi nos dejó en El Escorial, muestra inequívoca del llamado “heroísmo" al estilo Miguel Ángel.
Pero tampoco la elección de esta obra fue cuestión improvisada ya que, debido a su ubicación clave, no hubiera podido escapar del estricto programa pedagógico que se imponía en la basílica. En efecto, no fue éste el primer lienzo que se propuso, sino el cuarto, en orden cronológico, lo cual delata la cuidadosa atención que se prestó a este emplazamiento.
El
primer Martirio de San Lorenzo contratado fue, nada menos, que una de
las mejores obras de Tiziano, del mismo Tiziano que, paradojicamente, fue tan admirado
por Felipe II. Pero el cuadro resultaba algo intimista y oscuro, de
ambientación nocturna y escasamente didáctico; además, su medida no encajaba
con exactitud dentro del hueco previsto, así que se optó por colocarlo en la
iglesia vieja o de Prestado, en un espacio mucho menor y para ser contemplado
más de cerca, desde donde, ciertamente, se pudiera degustar mejor su indiscutible
calidad. Hoy se encuentra todavía en ese mismo lugar, habiéndose restaurado
recientemente. La parrilla que aparece en primer término destaca sobre un fondo
lóbrego que correspondía a las supuestas celdas donde se encontraba el santo,
en un ambiente nocturno tan sólo iluminado por el fuego y las antorchas. No es
necesario decir que se trata de una obra admirable, producto de un Tiziano ya a
punto de morir, obra que Felipe II se encargó de que fuera generosamente pagada.
La pintura había sido apreciada y justamente valorada, pero no se consideró la
más adecuada para el retablo de la basílica.
Después
llegó otro San Lorenzo de Lucas Cambiaso, que tampoco fue
del gusto del monarca. El tercero fue
encargado a Federico Zuccaro y resultó igualmente un fracaso, retirándose
inmediatamente y habiéndose perdido su pista con el paso de los años.
Frente
a todos estos competidores, el monarca prefirió la pintura de Peregrino
Tibaldi, más expresiva y didáctica, es decir, más evidente, a pesar de
tratarse de un cuadro con escasa perspectiva y con una distribución de los
personajes que resulta demasiado forzada. Pero para entender bien esta elección, nada mejor que ver los dos
lienzos de Tiziano y de Tibaldi, juntos para una inmediata comparación. Creo que sobran las explicaciones del por qué se eligió el segundo en vez del primero.
Es
cierto que, en ambos casos, la escena es nocturna, pero
Tibaldi le dio mucha más claridad y colorido, amén de una mayor
espectacularidad y de una inmediata pedagogía. No es de extrañar que R.
Mulcahy quiera ver en la postura del cuerpo del santo una emulación del Adán de
la Creación ,
en la Capilla Sixtina ,
ya que no será éste el único caso de la pintura de Tibaldi donde se repiten
modelos miguelangelescos. No hay dudas de que el éxito acompañó a Tibaldi en
esta difícil competencia del retablo mayor, lo cual le sirvió para la firma de
nuevos contratos para las pinturas de los claustros y, sobre todo, para las
bóvedas de la biblioteca, que le dieron gran fama.
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