Es verdad que la belleza y lo temporal se emparejan frecuentemente. Hay cosas en la naturaleza que si pudiéramos disfrutar siempre de ellas, no nos parecerían tan bellas. Son como un regalo que, cuando más lo estamos gozando, desaparece ante nuestros ojos. Ese es, quizás, su misterio y la fuente principal de su encanto.
Hay un árbol esparcido por calles y jardines de San Lorenzo de El Escorial que cumple bien esa condición: es el cercis siliquastrum, más conocido como árbol del amor. Cada primavera brota esplendoroso con una abundante flor de sorprendentes tonos violáceos. Pero cuando más embelesados estamos, pronto se despoja de ella para dar paso a los frutos.
Por eso, esos pocos días de cada despertar primaveral hay que aprovecharlos.
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