El arquitecto Juan de Herrera, una vez concluida la gran
obra de su vida, publicó en 1589 una serie de grabados conocidos como las Estampas,
que ya hemos mencionado, en los que de una manera rigurosa y detallada
desvelaba los pormenores arquitectónicos de El Escorial. Hoy lo calificaríamos
como un usual programa de divulgación y propaganda para dar a conocer tan prodigioso
edificio. Se trataba en cuestión de una colección de plantas y alzados del
monasterio a los que se añadían representaciones de algunas de sus piezas
interiores más significativas como son el retablo principal o el tabernáculo.
Plantas y alzados que se sirvieron de las trazas originarias y no del mismo
edificio ya construido, lo cual podría explicar algunas pequeñas diferencias
con la realidad que vemos hoy.
Séptima Estampa de Herrera
Hay una estampa, la séptima, que llama poderosamente la
atención; nos muestra una imaginativa proyección del edificio, a la que el
autor, acogiéndose a la nomenclatura vitruviana, llamó Scenographia y
que hoy diríamos que es casi una vista aérea, por supuesto nada usual en su
época. Pues bien, gracias a la originalidad de esta perspectiva, la verdad es
que dio la vuelta al mundo, dando a conocer universalmente el edificio. La
misión publicitaria buscada quedó cumplida, aunque no por eso dejemos de
reconocer que, desde el punto de vista artístico, estas Estampas resultaron
algo frías por estar impregnadas de la rigidez geométrica propia de un Herrera
que, antes que arquitecto, fue matemático. Los grabados de aquellos dibujos son
de excelente calidad y fueron realizados por Perret, uno de los más afamados
grabadores del momento.
Novena Estampa de Herrera
Pero estas Estampas también abren algunos
interrogantes, como lo es el hecho de que la firma de Herrera tan sólo aparece
en una de ellas, la Novena, dedicada a un alzado del Tabernáculo. Su nombre no
se lee en ninguno de los demás planos y alzados y esto es algo sorprendente si
tenemos en cuenta que el objetivo primario de estos grabados era la difusión
del monumento y la de su ya reconocido artífice, ¿por qué no se firmaron el
resto de los diseños? Quizás la explicación haya que buscarla en el hecho de
que sus contemporáneos sabían que la verdadera autoría de los dibujos fue,
cuando menos, compartida y nunca del arquitecto en exclusiva. Importante
reconocimiento implícito de que en la arquitectura escurialense intervinieron
en alguna medida otros artífices. La excepción era, precisamente, el
Tabernáculo cuyo planteamiento fue exclusivamente herreriano y cuyos diseños
fueron preparados únicamente por el arquitecto para su ejecución por el orfebre
Jacome da Trezzo.
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