Es cierto que el lenguaje de la Arquitectura se nos ofrece como uno de los vehículos más directos que nos permite el acercamiento a las esencias de cualquier monumento, de manera gráfica, tangible, sin ocultaciones. Aquí, en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, ella se nos presenta como una aliada fiel, con la complicidad de su inseparable compañera de viaje, la Geometría. Es un lenguaje que deja pocos resquicios a la interpretación subjetiva, porque está escrito en la misma piedra de sus muros y pilares, está grabado en bóvedas y fachadas y se percibe hasta en las articulaciones de claustros y patios. Es parte consustancial del basamento del edificio, de su estructura y de la epidermis que observamos hoy, a simple vista.
Aprovechándonos de tan singular privilegio, habrá que leer y releer en sus elementos arquitectónicos y buscar en ellos sus reglas geométricas, hasta encontrar las razones de su singularidad estilística, algo que ya causó asombro entre sus contemporáneos y que, desde entonces, viene siendo motivo de continuado asombro. Se exploran en este libro la presencia de los órdenes clásicos, los rastros de la posible Divina Proporción, así como la existencia de cubos virtuales herrerianos que pudieron condicionar algunas de sus dimensiones.
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